todo eso es yo

Todo este semestre me he estado debatiendo por lo que sigue después de esta maestría. Tenía gran seguridad en un doctorado en traducción, luego uno en español y después pasé por el proceso de bueno pero en dónde, qué universidad… De pronto me di cuenta que, al menos de momento, no quiero más academia.

Mi cuerpo, mi mente y me queda claro que mi intestino necesitan un break.

Pues eso, me dije, me la voy a jugar. Continuar con las revistas que edito desde acá, buscar un par de clases y asentarme en mi Texana Tierra para sentarme a leer, escribir, tejer y bicicletear.

En eso estaba yo cuando de pronto recibí la noticia. Habemus Beca. Metí una novela, un proyecto que me tiene entusiasmadísima, un proyecto-colchita (sólo Sabina y Eva pueden entender a qué me refiero) que resultó ganador. “Todo eso es Yo” tendrá un salario mensual que le permitirá a su autora sentarse a leer, escribir, ver tras la ventana y darse el tiempo necesario para decidir qué sigue.

Bueno y en eso estaba cuando recibí una llamada. Mi directora de tesis me recomendó hartamente y ahora resulta que fui invitada a impartir la clase de Traducción Literaria, ¿hay algo mejor que esto?

La novela, la traducción, todo eso es yo.

 

Feliz muy.

NUESTRA IFIGENIA

Iba a tener un nombre hermoso. Iba a ser la primera nieta. Iba a ser una nenita maravillosa. Pero el papá decidió que la mamá no podía ser atendida en un hospital, que tenía que seguir la tradición de nacer en casa. Y el papá no tuvo las precauciones de, en tal caso, tener en casa el material y el personal adecuado para recibir en este mundo a un recién nacido.

La pequeñita murió.

Yo no sé cómo fue el funeral o si le hicieron funeral. Yo no sé cómo le hizo la mamá para superar tal pérdida, en caso de que lo haya superado. Yo no sé cómo le hace alguien para superar la muerte de un hijo. Yo sólo sé que cuando pienso en ella pienso en la pequeña Ifigenia y en el triste sacrificio al que fue obligada.

UN NIÑO COMPLETO

Ayer saliendo de la clase que doy me topé con un niño que corría y corría por el campus. Era un niño con un sólo brazo. El niño corrió, alcanzó a alguien en una escalera le entregó lo que parecía una bolsa de lunch y pidió la bolsa de cheetos que ésta incluía. El adulto dijo sí, el niño pidió algo más y el adulto accedió. Entonces, el niño tomó otra dirección y corrió y corrió y corrió con una cara de felicidad que pocas veces he visto. ¿Estaba contento porque estaba en un lugar nuevo, estaba contento porque no había ido a clase y le había tocado pasar el día aquí, estaba contento porque era un niño de 7 años y ya? No lo sé. Pero sé que brincó, subió, bajó, coqueteó con las estudiantes y se tiró de panza en el césped. Él, no había duda, es un niño completo, pensé. Caminé a casa con una sonrisa enorme, cargando en el pecho esa sensación que te dejan los regalos que la vida te pone en una banqueta común y corriente.

No quiero café no quiero condimento no quiero vinagre no quiero harinas blancas no quiero picante

De veras que los doctores son raros al hablar (not to mention lo raros que son al escribir). Hoy mi amiga Liz me llevó caminando a Ciudad Juárez para ir a una clínica porque el asunto con mi estómago empeoró este fin de semana y ya era momento de ponerle fin al asunto. Después de una hora de espera mi nombre se oyó en el consultorio 7. Me tocó el Dr. Lechuga (risas del público).

El doctor me preguntó absolutamente todo de mi vida, de hecho sólo le faltó preguntarme mi signo zodiacal (pero de seguro lo dedujo cuando le di mi fecha de nacimiento). Le dije cómo comenzó todo y cómo evolucionó en un dolor severo aquí, otro acá, y una inflamación tremenda en el orgullo propio. Me dijo que e en efecto se trataba de una gastritis-colitis y, por lo que vio en mi alimentación y mi vida diaria, era resultado del estrés que, yo no lo sabía, avienta una bomba de horrores a los intestinos que a su vez reaccionan de forma asesina y descomunal resultando en la severidad de mi estado actual.

“Me va a cuidar sus horarios de comida, me va a tomar todos estos medicamentos, me va a regresar a la yoga, al gimnasio y me va a sacar ese estrés de otros modos para que no sea el estómago el receptor de todo. No quiero café, no quiero condimento, no quiero vinagre, no quiero harinas blancas, no quiero picante, no quiero carne más que un día a la semana y el resto entre sopas y verduras bien cocidas y fruta y avena. Me va a seguir esto al pie de la letra”.

Quise no salir sin antes decirle, “sí señor doctor, le prometo que le voy a cuidar mis horarios de comida, que le voy a tomar todos estos medicamentos que le voy a regresar al… pero lllegó un punto en que la oración se volvió demasiado complicada y mejor di las gracias y me fui con mi cara de intestino estresado.

¿Qué sigue?

No estresarse y cuidarle mis horarios y mi alimentación y mi estrés al doctor Lechuga.

se llame como se llame

Hay quienes le llaman Poncho. Hay quienes le llamen Mañanita. Se llame como se llame para mí es simplemente una de las mejores piezas que he tejido.

Esto es lo que ocurre cuando una compra estambre de colores, estambre beige y un gancho de 8 mm. ¿La tesis? lista para imprimirse y entregarse de regalo de navidad a la directora de tesis.

NENITAS NITRO

Pues ya es un hecho, mi libro de cuentos Nenitas se publicará en Nitro-Press. Así que si las cosas siguen bien a principios del 2013 habremus nuevus librus.

mi estómago dice no pero mi corazón dice sí

Tengo casi dos semanas enferma pero como soy bien macha no había tenido la consabida catarsis. Corrección: pero como soy bien mula no había tenido la consabida crisis. Mi estómago es una roca dura-dura. Mi estómago, bien valiente, está haciendo piedra todo ese estrés que nos rodea y que me niego a reconocer. Mi estómago dice: yo-las-puedo. El caso es que aunque ayer mi corazón lo premió con unos Tacos Antonia de Lucy’s tengo dos semanas comiendo ciruelas pasas, avena, crema de trigo, un desfile de tecitos, leche de soya, manzana, ciruelas pasas, avena, crema de trigo, desfile de tecitos and so on.

Me he descubierto caminando o bicicleteando con el ceño fruncido, señal inequívoca de un mal humor innecesario pero, la neta, el resto del tiempo he estado sonriente, mantengo la buena cara al estresante tiempo. Esta batalla me niego a perderla, sin embargo el que me preocupa es mi estómago.

Debería hablarle decirle: Panza, tranquila, relájate, suéltate un poco (no, Panza, literalmente no porque acuérdate cómo nos fue hace cuatro días). Debería decirle: Panza, yo puedo, de veras que puedo, siempre puedo, ¿cuándo no he podido?

Pero conozco a mi estómago, no me dejará en paz hasta que sea 6 de diciembre y este semestre por fin haya terminado. Mientras tanto, rólense las pasitas.

MAGGIE Y JANE POR SYLVIA

Jane: a murder el libro que estoy traduciendo. Sus alumnos están leyendo Jane y me tocó a mí hablar generalidades y particularidades del libro. Les hablé un poco de Maggie Nelson, de mis pesquisas en sus otros libros, de este proyecto en particular que tiene que ver con poesía, investigación, medios, sociedad, familia. Leímos juntos algunos poemas. Hice preguntas, respondí preguntas. Comparamos a la enfant terrible Jane Mixer con Anna Frank y señalé, una vez más, cómo la poesía aborda un tema que parecía exclusivo de la prensa amarillista.

Al final recibí un abrazo, una felicitación, aplausos y me trepé a mi bici. Mientras pedaleaba a casa mi mente repetía “The spirit of Jane lives in you, my mother says”, una y otra vez.