feliz

una o dos veces por semana, cuando apenas se asoma el sol por la ventana, en ese momentito que la alarma está por sonar pero todavía no suena y sigo en la cama, afuera de nuestro depa se escuchan sonidos. varios o uno solo que se repite desde el fondo del contenedor de basura. es un señor que viene por los botes de aluminio de soda, cerveza, agua mineral que todos los del edificio tiran.

a veces me asomo y lo veo.

a veces solo cierro los ojos y lo imagino. está de puntillas, tratando de alcanzar las bolsas, de puntillas tratando de abrirlas, de puntillas estirando su mano, tocando todos los desechos para alcanzar ese bote. un bote de aluminio es, tal vez, una diferencia en su vida, en su bolsillo, en su refrigerador.

desde el verano he comenzado a apartar mis botes de aluminio, no los echo en el contenedor, los pongo en una cajita y los dejo en el piso, justo a un lado, para que los encuentre fácilmente, para que no tenga qué. y es que en mi edificio no se separa la basura. no hay botes de reciclaje y botes de desecho. en mi edificio tampoco hay esa conciencia de que lo que nosotros tiramos puede vestir, alimentar, representar algo tangible para alguien más.

esta mañana escuché al señor. esta vez tenía una radio. sin asomarme, traté de imaginarme que era una radio pequeña en su bolsillo, algo que alguien más dejó y que él adoptó. imaginé que las pilas las compró con algo de lo que vende y recicla. de su radio se oía una canción de vicente fernández, una canción que el señor cantaba, cantaba feliz.

por un segundo yo también fui feliz. feliz con la canción, feliz con el sonido ese del bote que él aplasta con su pie y mete a su bolsa. uno, otro, otro bote. feliz.

La lesbiana, el oso y el ponquéLa lesbiana, el oso y el ponqué by Andrea Salgado
My rating: 5 of 5 stars

Una termina de leer esta novela y levanta los ojos, mira a un lado, mira al otro y se pregunta si su vida está siendo también observada, hasta en el más minúsculo detalle de la vida diaria, por otras personas. Una se pregunta, también, si mira al otro con el misma fervor. Y es que La lesbiana, el oso y el ponqué nos pone en ese mismo sitio incómodo en el que años atrás nos puso Orwell y su Gran Hermano.

He aquí una novela de ciencia ficción que, estoy segura, muchos confundirán estas páginas con un capítulo de Black Mirror, pero Salgado, si bien encuentra en la ciencia ficción el género ideal para contar esta historia, nos adentra más bien en una exploración de la intimidad y, de paso, sobre los roles de género, la identidad, y el constructo social del que a veces es difícil desempolvarnos.

La premisa es en apariencia sencilla, las personas (usuarios) se conectan a una especie de videojuego que les permite observar la vida de otras personas (proveedores); de tal modo, la vida de Lucas no es la vida de Lucas, es la vida de todos aquellos que se conectan para seguirla. Y todos aquellos que se conectan no tienen otra vida, otra emoción, otra ansiedad en sus días que no vengan de Lucas.

La soledad es inmensa, parece decirnos Salgado, y al escapar de ella no hacemos sino volver a ella. Una gran novela de una escritora que quiero seguir leyendo.

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El nervio óptico de María Gainza

El nervio óptico
My rating: 5 of 5 stars

Difiero con los editores de Anagrama. Esta no es una novela. ¿Cómo va a serlo si aquí no hay una trama, aquí no hay personajes, aquí no hay espacios imaginarios? Este libro nos habla de una y varias realidades: las históricas, las personales.

El nervio óptico es, en todo caso, una colección de ensayos personales, y me refiero a ese género que han hecho famosas a Joan Didion y a Vivian Gornick, por ejemplo; un género que trenza temas de interés actual, ya sea de orden social-cultural-literario-político, con una mirada y experiencia íntima: esa la del escriba.

María Gainza escribe de su vida para acercarse a artistas, movimientos y obras del arte visual. O al revés, escribe de artistas, movimientos y obras del arte visual que la llevan a acercarse a esas memorias o experiencias que de tan personales hacen sentir al lector como el testigo de una vida que está apenas escribiéndose.

Estos once ensayos hablan del miedo de volar, del embarazo, de las casas y las relaciones familiares y, al mismo tiempo, discuten sobre la vida y la obra de artistas como el Greco, Rothko, Rousseau, Toulouse-Lautrec, Fujita, Schiavoni y tantos otros que se vuelven el leit-motif de Gainza para hacernos una crónica del arte y de sus historias únicas.

Este es un libro tremendamente inteligente y bello. Los amantes del arte y los del relato autobiográfico agradecerán cada una de estas páginas.

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estos meses

el semestre terminó en mayo y en estos meses he estado del tingo al tango (¿dónde y cómo surgió esa frase, por cierto?). primero estuve en monterrey, di un curso en la Casa del Libro de la uanl y presenté mi El Libro de Aisha. de ahí volé a cdmx a dar otro curso en un lugar bellísimo llamado Casa Tomada y, también, a presentar Aisha. volví al terruño a principios de junio un poco hecha pedazos porque, duh, no me había puesto a pensar que leer y hablar ese libro en voz alta remueve años de incertidumbre y dolor. pero eso le pasa a una por escribir de una, ¿no?

una vez en casa y recuperada del rasguño literario, metimos todo al trailer y nos fuimos de viaje por nuevo méxico. quisiera decir que de vacaciones, pero no fue del todo así. me llevé en la mochila muchas cosas pendientes.

 

por las mañanas trabajaba en el último tramo de Basura, una novela que -oh my god- ya publicó Nitro-Press. aparte estaba dando un curso de advanced fiction en línea. a veces ni yo misma me explico cómo es que logro ser la reina del multitasking sin que nada se venga abajo. bueno sí, me vengo abajo yo, porque acabo molida.

en julio di un curso intensivo de español a estudiantes de medicina y, al mismo tiempo, preparé mis cursos para el semestre de otoño. aparte de eso la única otra cosa que hice fue bicicletear religiosamente por una hora en las calles de mi Texanía. en el inter estuve trabajando con mi fabuloso comité de casaoctavia para elegir a nuestra nueva residente.

henos en agosto, henos en Quintana Roo. después de presentar Basura en cdmx volamos a esta península a hacer nada, a llenarnos de mar, arena, agua de cenote, jungla y pirámides. también nos llenamos de mariscos, de micheladas y de amor porque, créanlo o no, barbudo y yo cumplimos cinco años de casados.

en fin que estos meses han sido de trabajo, de venirse abajo y reconstruirse, de ver impresos dos libros que tenía atorados en el costado, de darse permiso a no hacer nada, de viajar y descubrir(se).

sí, estos meses han sido de descubrir(se).

meses de mucho, meses de todo

He tenido unos meses de mucho trabajo, mucha escritura, muchos viajes. Se acabó el semestre y a la semana ya estaba yo en Monterrey para dar un curso, luego otro en CDMX, regresé para hacer un pequeño road-trip con Barbudo pero me llevé la compu y la artillería didáctica porque al mismo tiempo estaba dando un curso en línea. Se acabó ese curso y pum, de inmediato otro.

En el inter, presenté un libro, entregué otro Nitro-Press, arreglé mi bici, volví a hacer ejercicio y leí un montón de novelas, cuentarios y poemarios.

Así que han sido meses de mucho, meses de todo. Me siento cansada, pero también, un poco deslumbrada de mi propia capacidad de hacer multitasking. Sin embargo, como dice una amiga mía, en el workaholismo mío seguramente hay algo más enterrado por ahí, algo que me niego a sacar a la luz o a ver de frente.

He decidido pues que después de estos meses de mucho me voy a dar más días de desconexión a la semana, voy a decir que no más seguido y voy a darle un descanso a la escritura. Heme bicicleteando a diario, heme haciendo cortas meditaciones por la mañana y yoga por la noche. Heme tratando de darme a mí misma la atención que todo el tiempo le doy a lo otro, todo lo otro.

Los meses de mucho y de todo, serán para mí, así que el resto del 2018 seré mía.

Historia de un Vestido

 

Cuando uso el vestido de mi madre, repito su nombre en voz alta

sorprendida siento su carne viva,

los pliegues de sus manos,

invoco con ella la felicidad engendrada,

su sonrisa como sandía

 

Cuando uso el vestido de mi madre en posición fetal,

me enseño a ser valiente, a usar su risa más burlona,

a sobrevivir rodeada de extraños

 

Cuando uso el vestido de mi madre, acepto la muerte como obsequio

y veo cómo la gente se hace más pequeña.

 

Ingrid Bringas

la arquitectura de la mano

el otro día soñé al novio más extraño que he tenido. era hijo de la novia de uno de mis hermanos. cuando nos conocimos los dos teníamos 20-21 años. trabajaba como taxista aunque, al menos eso decía, lo que él quería era ser músico. y si digo que era un novio extraño no es porque haya sido taxista/músico. tampoco porque de haberse casado su madre con mi hermano él hubiera sido una especie de sobrino político. era extraño porque cada tanto tiempo pescaba obsesiones, ideas o imágenes a las que les daba vueltas y vueltas hasta exprimirles la última gota.

obsesiones que tuvo ese novio y de las que yo oí hablar por días-semanas-meses: autos. cabellos rizados. temblores. árboles y plantas que viven en el agua. la arquitectura de la mano. mi novio, como envuelto en el espejismo de alguna droga, pasaba horas viéndose una mano a la vez. movía la punta de los dedos. movía los dedos enteros. cerraba y abría la mano. levantaba un dedo, apuntaba-doblaba-apuntaba. sin la arquitectura de la mano seguramente el hombre no hubiera podido construir nada ni crear nada que tuviera el mismo sistema de los dedos, decía. es posible que yo haya sonreído al verlo extasiado con su curiosidad de niño. también es posible que me haya parecido una más de sus extrañezas.

esta mañana, mientras tomaba café en una mesa comunal, vi a una chica mirarse la mano. la veía por el frente, la veía por detrás, movía los dedos. tomaba su taza, bebía, la dejaba de nuevo en la mesa y retomaba el estudio de su propia mano. soy pésima para entablar conversaciones con desconocidos -y con conocidos, a decir verdad- pero me animé a decirle: the architecture of a hand is incredible, isn´t it. y ella, como si hubiera encontrado una cómplice en medio de esta ciudad de extranjeros, me dijo: right? beautiful work, it doesn´t cease to amaze me.

tomé mi último trago de café, me paré de la mesa y me recordé a mí misma que la arquitectura de la mano, y la arquitectura de muchas cosas del día a día, no deben cesar de sorprenderme.

ya he estado aquí

una vez dos veces varias veces
t a n t a s veces

la marea es alta, el barco da tumbos baila brinca se estremece
yo no soy la única pasajera pero pareciera que soy la única que se da cuenta de lo que ocurre, de que ocurre

empiezo a querer sacar el agua
desato unas cuerdas
ato otras cuerdas

hago lo posible porque el barco no se hunda
y

yo con dentro tan en él

pero
agua agua y más agua
pienso
si el barco lo que quiere es hundirse
¿quién soy yo para detenerlo?

Obra negraObra negra by Gilma Luque
My rating: 4 of 5 stars

Las ojeras de hoy fueron patrocinadas por esta novela de Gilma Luque.

Me gusta, en principio, la tesis de la que parte esta novela de Gilma Luque. La vida de la protagonista y la de su familia parecen estar así en obra negra, inacabada, esperando el resto, esperando algo. Gilma Luque visita al México de los 80´s y 90´s en tanto eventos, música, televisión, vemos pues al temblor del 85, por ejemplo y el eclipse del 91.

Dividida en tres partes sin orden cronológico, la novela nos descubre tres momentos que, relatados por la hija menor, son la vida de una familia -una familia que son muchas, que son todas. Cada uno de estos momentos es atravesado por una sola situación: la enfermedad incurable de la madre.

Luque elabora imágenes y momentos poéticos de gran profundidad en la voz de la joven buscando suerte en la vida, en el amor o en la adulta rememorando esa muñeca, esa piñata, esa navidad. Sin embargo, hay cierta contención. La narradora se acerca tímida a los hechos que la definen: la enfermedad, la muerte, el cambio.

Habrá quien diga que esa misma timidez pareciera mostrar la autora y que es ese el punto débil de la novela. Me cuesta aún decidir al respecto, pero puedo decir con toda seguridad que encuentro en Luque a una narradora con recursos y dispuesta a morder:

La casa de mi infancia estuvo en obra negra durante años, como muchas casas de la Unidad Santa Fe. Unos ladrillos en la azotea ya eran razón de dicha: una promesa. Mi casa creció con la lentitud del tiempo. Ahora que tengo veinte años y el desencanto como una última capa de piel, la casa se inaugura. Es un decir, no habrá fiesta ni nada semejante. Mi familia no está para festejos. Mamá ha regresado de unas vacaciones con su hermana menor en Chihuahua, un mes bastó para transformarla, no puedo darle un nombre a ese animal que además de arrastrar los pies comienza a remolcar las palabras.

Obra Negra nos sitúa ante el yo autoral y el yo ficcional, el yo y el otro vamos; henos, también, ante el espacio doméstico y el comunal, la ciudad y los pueblos aledaños, pero henos especialmente en la Unidad Santa Fe, que también parece estar en obra negra, siempre.

(No puedo dejar de mencionar que, otra vez, siento que Almadía recibe el libro y lo imprime: pum-pum. Encontré cosillas -mínimas tal vez- que al detonar, sacan al lector de sí, no me refiero a las minucias del corrector de estilo –a quien sin duda sí se le fue un acento de más– sino a cuestiones de contenido. ¿Dónde está la labor del editor? Me pasó con los dos libros de Bibiana Camacho y ahora con éste)

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esta semana leí:

La perraLa perra by Pilar Quintana
My rating: 5 of 5 stars

Esta novela me ha dejado varada enmedio de muchísimas emociones y un pesar enorme. Qué bella y qué demoledora historia. Dámaris adopta una perra como una forma de cubrir el hueco por la ausencia de hijos, la perra se vuelve su hija y la perra, ¿como una hija? comienza a llevar su vida con toda libertad, algo que Dámaris desconoce. El ir y venir de la perra es, también, el ir y venir de la vida de Dámaris; el lector observa las muchas tragedias de las que ha sido testigo y protagonista, y la gran violencia que la condiciona. Encuentro en Pilar Quintana a una narradora que apela a la brevedad para construir la inmensidad.

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