la arquitectura de la mano

el otro día soñé al novio más extraño que he tenido. era hijo de la novia de uno de mis hermanos. cuando nos conocimos los dos teníamos 20-21 años. trabajaba como taxista aunque, al menos eso decía, lo que él quería era ser músico. y si digo que era un novio extraño no es porque haya sido taxista/músico. tampoco porque de haberse casado su madre con mi hermano él hubiera sido una especie de sobrino político. era extraño porque cada tanto tiempo pescaba obsesiones, ideas o imágenes a las que les daba vueltas y vueltas hasta exprimirles la última gota.

obsesiones que tuvo ese novio y de las que yo oí hablar por días-semanas-meses: autos. cabellos rizados. temblores. árboles y plantas que viven en el agua. la arquitectura de la mano. mi novio, como envuelto en el espejismo de alguna droga, pasaba horas viéndose una mano a la vez. movía la punta de los dedos. movía los dedos enteros. cerraba y abría la mano. levantaba un dedo, apuntaba-doblaba-apuntaba. sin la arquitectura de la mano seguramente el hombre no hubiera podido construir nada ni crear nada que tuviera el mismo sistema de los dedos, decía. es posible que yo haya sonreído al verlo extasiado con su curiosidad de niño. también es posible que me haya parecido una más de sus extrañezas.

esta mañana, mientras tomaba café en una mesa comunal, vi a una chica mirarse la mano. la veía por el frente, la veía por detrás, movía los dedos. tomaba su taza, bebía, la dejaba de nuevo en la mesa y retomaba el estudio de su propia mano. soy pésima para entablar conversaciones con desconocidos -y con conocidos, a decir verdad- pero me animé a decirle: the architecture of a hand is incredible, isn´t it. y ella, como si hubiera encontrado una cómplice en medio de esta ciudad de extranjeros, me dijo: right? beautiful work, it doesn´t cease to amaze me.

tomé mi último trago de café, me paré de la mesa y me recordé a mí misma que la arquitectura de la mano, y la arquitectura de muchas cosas del día a día, no deben cesar de sorprenderme.

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