la culpa es del autor

un alumno, que es mitad del departamento de filosofía y mitad del nuestro, llevó a mi clase un cuento complicadísimo. imaginen: tenía una fórmula matemática, una ecuación, una foto, un fragmento de lo que parecía un texto académico sobre células madre, un texto en español sobre el big bang y una narración sobre una bailarina. un rompecabezas bárbaro. ¿cómo abordarlo? ¿cómo discutirlo? ¿cómo tan sin herramientas?

pero la clase fluyó, no que hayamos logrado deshilvanar el texto pero sí logramos entender qué era lo que nos alienaba, qué era lo que estaba ocurriendo dentro de él  que nos sacaba de él. mis alumnos, debo decirlo, se lucieron con los comentarios. el autor, no sé, entre que se ponía rojo y a veces sonreía y argumentaba que siempre le ocurría lo mismo en todas las clases. un par de alumnas asintieron: sí, siempre le pasa en las otras clases.

de pronto, al fondo del salón: ¿de quién es el problema cuando ocurre algo así? preguntó un alumno que estimo un montón, ¿del autor o de nosotros? ¿tenemos una deficiencia como lectores? tuve que decirlo así, a quemarropa: la culpa es del autor, siempre del autor. es su responsabilidad. el autor nos invita, nos introduce a cualesquier mundo o forma o espacio o letra que haya decidido utilizar o bien nos cierra la puerta de golpe y no nos deja pasar. (será que se quiere ufanar de que hizo algo tremendamente incomprensible e inteligentísimo que nadie puede comprender, me dije a mí misma).

a lo mejor este autor no nos quiere dejar entrar, agregué. se lo pregunté al alumno-autor ¿quieres que te leamos? sonrió y dijo, sí pero no sé cómo.

menuda tarea nos espera en la siguiente clase.

 

 

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