Hoy es el último día de vacaciones, así, ahora sí, ya así, sin más. El Último.
Mañana comienza la güasanga de levantarse temprano, hacer té, bañarse-vestirse, sentarse unos minutos en el escritorio a revisar notas y lanzarse a la universidad. Daré tres clases: una que se llama reading and writing fiction y dos de introduction to creative writing. Oséase: mi mero mole. He preparado una selección de cuentos, poemas, prosas poéticas y ensayos que me hace enormemente feliz, he preparado ejercicios y actividades que harán de todo esto algo absolutamente digerible para mis alumnos, no seré Robin Williams subiéndome al escritorio diciendo “Oh Captain, my Captain” para respetar el mobiliario y no arriesgar mis huesos a otro accidente pero haré algo parecido.
El Hijo, además, inicia hoy la preparatoria. No hay uniforme y no hay que forrar libros porque fue aceptado en un programa de educación tan avanzada que le entregarán un iPad (los iPads no se forran, ¿o sí?) No hay que madrugar (al menos no tanto) y hay que comenzar a soltar la rienda en unas cosas y apretarla muchote en otras.
Hoy es el último día del verano y el primer día de la nueva vida que elegí para mí y para mi familia.