EL ÚLTIMO DÍA ES EL PRIMER DÍA

Hoy es el último día de vacaciones, así, ahora sí, ya así, sin más. El Último.

Mañana comienza la güasanga de levantarse temprano, hacer té, bañarse-vestirse, sentarse unos minutos en el escritorio a revisar notas y lanzarse a la universidad. Daré tres clases: una que se llama reading and writing fiction y dos de introduction to creative writing. Oséase: mi mero mole. He preparado una selección de  cuentos, poemas, prosas poéticas y ensayos que me hace enormemente feliz, he preparado ejercicios y actividades que harán de todo esto algo absolutamente digerible para mis alumnos, no seré Robin Williams subiéndome al escritorio diciendo “Oh Captain, my Captain” para respetar el mobiliario y no arriesgar mis huesos a otro accidente pero haré algo parecido.

El Hijo, además, inicia hoy la preparatoria. No hay uniforme y no hay que forrar libros porque fue aceptado en un programa de educación tan avanzada que le entregarán un iPad (los iPads no se forran, ¿o sí?) No hay que madrugar (al menos no tanto) y hay que comenzar a soltar la rienda en unas cosas y apretarla muchote en otras.

Hoy es el último día del verano y el primer día de la nueva vida que elegí para mí y para mi familia.

la poca gana

Por primera vez en no sé cuánto tiempo he sido atacada por la poca gana de escribir. La ventaja de ello es que se acumulan las cosas qué decir. La desventaja de ello es que de tanto que se acumulan una ya no sabe ni por dónde comenzar. Tal vez una deba comenzar por la mejor: una unirá su vida. una dará el sí. o bien reafirmará el sí. Se vienen tiempos severos así que es mejor enfrentarlos de la mano con quien tanto se ama, ¿no?

La poca gana, entonces, se convierte en la mucha alegría. No hay más.

acampamos

imagine usted un lugar en nuevo méxico lleno de árboles, montañas, un río, pequeñas piscinas de aguas termales, un baño de a mentis, muchas moscas, una tienda de campaña, una estufita de gas, una fogata, comida variada, un chico de 14 años, un chico de 9, un adulto de gran experiencia campamental y una absoluta y total novata en el arte de hacer pipi al aire libre. imagine usted un enorme cielo estrellado, un escalar hacia donde vivieron los mogollones (o los apaches, vayasaberusted porque o me trepaba sin miedo o me informaba bien de todo), un flotar sobre el agua más caliente del universo en los brazos de quien se ama. imagine usted un lugar sin internet, sin teléfono, sin plumas o post-its.

¿ya imaginó?

pues así, así acampamos hace unos días.

PENSAR EN NÚMEROS

Estaba leyendo sobre Daniel Tammet un chico que tiene una cosaloca con los números, algo así como esa cosaloca que un escritor tiene con las palabras o un pintor con los colores. La cuestión es que la cosaloca que Tammet tiene requiere de los colores y las palabras: “Every number has its own color, so the number 1 is like a shining light from a lantern. The number two is more like a flowing, darker purple, violet color.”  Tammet hace unos años recitó completito el Pi, los 22,514 dígitos en él. A ver, recítense el Cantar de los Cantares de memoria…

Tal vez pensar en números viene a la medida en estos momentos, pensar en la dulzura redondez de un ocho, la agilidad de un diecisiete, la colorida verdad de un treintaynueve. Pensar en números en vez de palabras que a su vez despiertan emociones que a su vez despiertan ansiedad que a su vez…

en 20 días

en veinte días comienza el semestre. mi syllabus está listo, me falta planear los ejercicios y releer un par de cuentos. en veinte días comienza el semestre y me emociona mi clase. en veinte días comienza el semestre y mi hijo se va a preparatoria. en veinte días comienza el semestre y tengo que acabar el segundo capítulo de la novela y terminar de revisar esa cosa que se va a concurso. en veinte días comienza el semestre y nos lanzaremos a las aguas termales a entibiar el alma y el ánimo. en veinte días comienza el semestre y no sé a dónde se fueron los últimos tres meses.

HACER GÁRGARAS

Estoy leyendo una novela de Jachym Topol que se llama Gargling with Tar. Se trata de la vida de un niño en un orfanato a finales de los años sesenta en Checoslovaquia. El lugar se llama Home at Home y de Home no tiene absolutamente nada. A los niños que desobedecen, que contestan mal, que se meten en lo que no deben los obligan a hacer gárgaras con alquitrán. A los niños que, en cambio, entregan su cabeza para ser limpiados de piojos y liendres se les da un rico chocolate. Como es de esperarse, los niños buscan de una y mil maneras tener piojos y liendres, no importa que el tratamiento para quitárselas de encima sea doloroso.

Lo que importa es el chocolate.

De niña a mí nunca me hicieron hacer gárgaras con jabón, mucho menos con alquitrán. Yo no recuerdo una nalgada, no recuerdo tiempos-fuera en una esquina ni castigos en habitaciones oscuras. Y es que, bueno, yo sí viví en un Hogar en el Hogar. Yo crecí con tres hermanos, un padre y una madre que sabían del amor. Además nací al final, al final de todo, cuando todos ya estaban grandes o cansados. Supongo que tuve suerte.

Hoy tengo ganas de hacer gárgaras, de jabón, de alquitrán, de vinagre, no sé. Como si en ello  pudiera irse todo.

Lo que importa es quitarse el mal sabor.

DE DOS A SEIS MESES

Eso dicen. Eso dicen de él. De mi hermano, del mayor.

Y yo, o soy muy ingenua, muy optimista o tengo sobredosis de fe pero sé que habrá más meses. Tiene que.

MAÑANA: AL TERRUÑO

Mañana nos vamos al terruño. Me llevo al Barbudo y al de Catorce. Vamos a ver a mi madre. Vamos a ver a mi doctor. Vamos a ver a mis amigas. Vamos a comer tacos. Vamos a asarnos con ese calor. Vamos a ir al mar. Vamos a soltarnos un poco la greña. Vamos a tomar energía y ánimo para los trayectos que siguen.

Vamos al terruño y yo no tengo miedo.

SERENIDAD

Me desconecté dos días. Es decir sí fui a trabajar y esas cosas pero regresando a las 12 a casa me tiré en la cama y no me levanté más que a 1) ir al baño y 2) tomar agua. Me desconecté, dormí como una nenita (o como la nenita que realmente soy). Me desconecté, acomodé mi almohada y me puse a leer cuentos de Almudena Grandes. Me desconecté, dejé de pensar en toda esa bola de cosas que a veces acumulo. Me desconecté, dejé de pensar en la salud y en la enfermedad. Me desconecté, pues.

Y cuando esta mañana volví al mundo real, mi cara era otra. Sonreí. Hice un chiste, luego otro. Fui a un museo, miré lentamente cada pieza, luego caminé desde ahí hasta mi casa. Me senté otra vez en mi vida y acabé de leer mi libro.

Me reconecté y entonces encontré mi serenidad, la muy boba se había escondido bajo la cama… ah, el estupor.