GRAN DÍA

Hoy es un gran día.
Hoy cumple años el más guapo de todos los guapos.
Hoy cumple años el más brillante, el más alto, el más más de todos mis amigos.

Hoy es día de darle abrazos, besos y apapachos al Meza (y eso si se deja) (seguro la Arpía le ha dicho que eso de estas son tus mañanitas que cantaba… no es nada, nada chic).

FELICIDADES
MUCHAS

(hoy ¡celebramos!)

QUÉ MARAVILLA…

Qué maravilla
que el último sonido de la noche sea el teléfono,
que la última voz de la noche sea la tuya,
que el último beso del día, aunque sea a distancia, sea tuyo.

Qué maravilla.
Cierro los ojos y
te sueño,
te sueño.

HIJOS (pero no postizos)

Hace unos días alguien me preguntó ¿y tus hijos postizos, no han venido? Yo sabía bien a quiénes se refería: los cuatro pequeños bárbaros que viven bajo el difraz de alumnos cubriendo una identidad secreta (que construyen, reconstruyen y deconstruyen a diario). Yo me quedé pensando, ¿postizos? porque bueno, de hijos sí tienen algo, y no porque sean unos hijos de … (ji ji), sino porque hay un vínculo maravilloso entre nosotros.

Pero de postizos no tienen nada. La palabra postizo siempre me hace pensar en dientes o pelos… ¡Yaiks! En algo que te tienes que poner a fuerzas.

Y estos cuatro no son a fuerzas.

Me los pego con un gusto, me visitan en mi escritorio e inevitablemente me ponen de buen humor. Se asoman por el msn en mi ventana y me hacen reír. Me muestran sus logros, sus cambios, me hablan de sus planes, de sus negocios, de sus groupies y yo me siento orgullosa, como mamá-gallina con sus pollitos.

Así que respondí, son hijos pero no postizos y sí, vinieron hace rato…

HOY…

El de seis tiene piñata.
PUF…
Lo bueno ques enfrente de la casa, así no tendré que estar con él, platicando con señoras a las que se les hace raro que:

1) yo escriba
2) yo tenga libros
3) yo tenga cuadros abstractos en mi casa

Nunca les digo que en realidad, las raras son ellas: ¡si los libros y los cuadros abstractos son maravillosos!!

SAN DIEGO TROLLEY

As we face each other in omnibuses and
uderground railways we are looking into the mirror;
that accounts for the vagueness,
the gleam of gleassiness, in our eyes…

Virginia Woolf

Me dijiste que dejáramos San Diego para otro día pero mi terquedad y yo te decimos que no, que hoy, que puedo, que verás que sí, que el pie adolorido no importa. Aunque tu cabeza accede sé que tu silencio reprende.
Un camión y un taxi nos dejan en la línea. Hay que caminar un tramo hasta allá. Hacemos cola, hacemos cola, hacemos cola. No hablamos. Nuestro turno, mostramos los pasaportes. El de la aduana me dice que parezco de Santa Bárbara con esa t-shirt. Te ríes aunque me juras y me perjuras que no parezco de Santa Bárbara.
Avanzamos y ahí, derechito, en sus vías está el trolley de San Ysidro, rojo, largo, listo a ser abordado por todos nosotros, por nuestras historias, nuestros encuentros. ¿Qué se sentirá ser él? ¿Qué se sentirá cargar tanta gente, tanta memoria?
Apenas subimos comienzan las confesiones, como si no hubiera más de qué hablar. De un modo u otro, conforme avanzamos por el paisaje, retrocedemos en nuestras vidas. ¿Qué tienen tus ojos que me hacen decirlo todo, decirme toda? La resistencia que me caracteriza queda fuera de lugar, bajo mis defensas: frente a ti no hay secretos. Estoy vencida. Pero no hay forma más perfecta de vencer que declararse vencido y ganarse el afecto del otro, del vencedor. Es mi turno, mis ojos te invitan, mis ojos no hacen sino obligarte a decirlo todo. Poco a poco cedes. La resistencia que crees que no te caracteriza, desaparece. Comienzas a hablar, a extender tu historia a lo largo del vagón. He vencido. Y así, me he acercado a ti.
Pasamos un día formidable, comimos un sándwich bajo el sol californiano, caminamos enormes cuadras con bellos jardines a su lado, llegamos al museo donde observamos las más maravillosas fotografías. Descubrimos el mundo desde los ojos de otros. Redescubrimos el mundo desde nuestros ojos. Nos encontramos. Estamos tú y yo delante de esa imagen, nos sentamos a verla y sabemos que éste es un momento irrepetible. Salimos del museo y nos sentamos en esa banca. No cruzamos palabra, ¿qué se puede decir que se compare a lo que acabamos de ver, sentir, cruzar?
De vuelta, tratando de mantener el equilibrio dentro del trolley, tratando de sobrevivir a los empujones y a la incomodidad de estar de pie, continuamos nuestra conversación, sólo que esta vez no hablamos. ¿Qué tienen nuestros ojos que lo dicen todo? No hay más resistencia entre tú y yo, sólo complicidad y se desplaza a la misma velocidad que el trolley que nos lleva de vuelta a la línea donde todo esto comenzó.

NO ME IMPORTA…

La verdad no me importa cuán superficial les parezca pero yo odio, simplemente odio cuando no sé qué ponerme.

IDENTIDAD

“Reencontrar la propia identidad es en primer término reencontrar un cuerpo, un pasado, una historia, una geografía, tiempos, lugares y también nombres propios.”

Regine Robin
en Pensar la historia. Modernidad, presente, progreso.

EL HOMBRE QUE ERA EL DIABLO DEL DESEO

El hombre que tú soñaste para mí llegó con la piel equivocada
que era roja
llegó despidiendo el aroma indistinguible
del azufre de su tierra bajo la tierra
llegó con las pezuñas de cabra y con los ojos
de ciego.
El hombre que yo temí desde antes que existiera
era tu deseo
y era mi pesadilla.
Él iba a abrir mis rodillas y a sacarme del sexo
el hijo que tú querías.
Él iba a apretarme las bridas y a domarme
las ansias con la disciplina del amor.
El hombre que tú deseabas para mí
era más poderoso que yo.
Él iba a retozar en mi lecho y a beberme la sangre
noche tras noche y durante el día.
Él iba a darme la palidez y la debilidad y la cordura
de lo que es dulce y está muerto.
Él iba a desdoblarme como un mapa y a colocar
las banderas de su conquista sobre mis senos
sobre el ombligo, dentro del sexo
y en todos mis huesos.
Él iba a llevarme a su casa y a construirme
un mundo como el tuyo.
Pero el hombre que era el diablo del deseo
que tú querías para mí
aquí dentro de mi sexo
doblegándome de placer y callándome
con la lengua húmeda de sus besos
tuvo que medir fuerzas con las mías.
Él tuvo que sentir el mástil de mis banderas
sobre sus ojos, sus brazos, su sexo.
Tuvo que saberse pálido y débil y cuerdo
como lo que es amado y dulce y está muerto.
Él tuvo que vivir en la casa que yo construí.
Y justo como yo antes de que él existiera en mí
él me temió y él me maldijo
y maldijo el amor, la disciplina feroz del amor
la injusticia y la desigualdad de todo el amor.

Entonces
sin saber
sin notarlo apenas
llegó la mujer que tú nunca soñaste para mí.

De La más mía, Cristina Rivera Garza

Voy, pero vengo. Foto de mi hermano el ale. Posted by Picasa