He tenido sueños nefastos. Pesadillas de mierda.
Anoche, por ejemplo, estábamos Alejandro, Marcela, Gerónimo, Juan y yo como únicos sobrevivientes de un maremoto horroroso y una lluvia de espanto que borró calles y casas y tiendas y bancos y escuelas. Sentados los tres adultos y los dos niños -en el sueño eran apenas unos niños y no los adolescentes que ahora son- llorábamos a los padres, al hermano, a los vecinos, a todos los que vimos ahogarse. Nos preguntábamos cómo salir de esto y qué hacían las autoridades para ayudar. Básicamente lo mismo que nos preguntamos ahora con un México que también se hunde y donde sus ciudadanos tratan de no ahogarse ni dejarse llevar por las mareas de muertos que abundan en todos los estados.
Lo dicho: sueños nefastos.
Me gustaba más cuando soñaba zapatos o que se me caían los dientes.