estuve en la gran ciudad, la ciudad ruido. fui a vivir un rato en el barrio de mi madre, dije. pero en realidad fui a habitarla a ella, con ella. porque ella.
caminatas, silencios, muchas charlas. un caldo tlalpeño como madalena de proust, sonrisas y lágrimas. un pollo rostizado dando vueltas. o no.
de pronto, cuando menos lo esperaba, llegué al final de un libro y al inicio de una nueva manera de habitar mi duelo. porque los duelos, como las heridas dice Vero, no cicatrizan del todo. están ahí. supongo que se sostienen y por tanto te sostienen. o al revés.
señales absolutas del amor.
siempre que viajo, he dicho, aterrizo otra. esta vez, aterrizo yo, tan yo. por ella.