#MeToo

Ayer pensando en el #MeToo postee en Twitter que nunca me había pasado, pero que a mujeres en mi familia, en mis aulas, en mi círculo de amistades sí y que, por tanto, me negaba a normalizarlo.

Anoche le di vueltas al asunto (estaba releyendo The Husband Stitch de Carmen María Machado) y me acordé de un momento de mi infancia:

Tenía yo unos 11-12 años, iba a la tienda. Ir a la tienda, en esa época, significaba cruzar un baldío. Mi madre me decía ten cuidado y nuncanunca me mandaba por la tarde, cuando caía el sol. Ir a la tienda no era una labor terrible, no, era ese momento en el día en que yo era independiente, en que podía caminar sola, ser dueña de mis pasos.

Ahí iba yo, mis pasos, mi monedero, unas botellas vacías de coca-cola, cuando lo vi. Era un hombre, sería un joven en mis ojos de hoy. Caminaba por el baldío, caminaba en dirección opuesta, caminaba hacia a mí. Su pantalón abierto, su tocarse, su pene completamente de fuera de su pantalón. Me dijo algo, y no contesté, seguí de largo, hice como que no lo vi. ¿Corrí?

Saliendo de la tienda tomé otro camino, uno más largo, para llegar a casa. Entregué el cambio a mi madre, metí las cocas en el refri y no dije nada. Nada.No, nunca se lo conté a nadie, lo borré por completo.

Al traerlo al presente me dije, no, no cuenta, no es un momento #MeToo porque no me pasó nada.
PUM, unos minutos después me di cuenta de que SÍ pasó algo que NO debió pasar. Lo enterré, lo minimicé, me avergonzé de ello y nunca lo conté: lo-nor-ma-li-cé.
Comparto, pues, mi experiencia y comparto el deseo de muchas mujeres: no al acoso, no a la violencia de género, no y no.

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