The Barbudo Diaries

Nos presentaron un dos de octubre de 2010, yo tenía tres meses viviendo en El Paso y apenas unos días de corazón doblado por el fin de una relación. No lo recuerdo del todo, sólo sé que sí, me lo presentaron. Él dice que se acuerda perfecto y que yo estaba haciendo noséqué señales de locura con mis brazos. No nos volvimos a ver.

A inicios de otoño del 2011 estaba con mis amigos en un bar, entonces me presentaron a un tipo de barba roja-rojísima, de lentes y boina. Nos presentaron, se sentó a mi lado y pensé en romper mi cascarón y sacarle plática. No lo hice. Él aún no me repite la misma respuesta: no me habló porque para él no era el momento.

Comencé a topármelo en todos lados. En-to-dos-la-dos. Especialmente en mi cafetería favorita.

Finalmente un día me dijo: ¿te llamas, Sylvia verdad? Charlamos por horas. Me invitó a cenar y cuando salíamos del lugar le confesé que no me caía muy bien una persona con la que lo vi hablar, me dijo: pues no lo invitamos a nuestra boda y ya. Se rió, yo no supe ni qué decir. Podemos decir que ahí inició todo aunque formalmente no inició hasta casi  siete meses después. El día menos pensado ya estábamos viviendo juntos y de pronto nos estábamos casando frente a nuestros hijos (y sin la presencia del amigo ese de la cafetería).

El próximo miércoles tendremos nuestra cita para los papeles, el abogado nos dijo que recordáramos los detalles de nuestra historia pues nos van a preguntar. Hago mi repaso, pienso en mis detalles y sonrío. ¿A cuánta cursilería tendrá uno derecho en una cita de inmigración?

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