Dentro de nueve días mi hijo, mi único hijo, mi más grande tesoro cumple catorce años. Dentro de nueve días mi hijo, mi único hijo, llega a otra etapa de su vida, lo cual significa que yo también llego a otra etapa de mi vida. Traducción: seguiremos discutiendo y contentándonos, discutiendo y contentándonos, alegando por la ropa que no pone en el cesto y encontrándonos en la cocina para bromear sobre los kellogs con chocomilk. Mi hijo, mi único hijo, tiene el cabello largo, los ojos más bellos detrás y sin esos lentes, tiene los dientes un poco movidos (hey, apenas comenzamos el tratamiento inquisitorial, no sean impacientes), el sarcasmo de un hombre de cuarenta y el alma dulce de un recién nacido. Mi hijo, mi único hijo, está más alto que yo, cosa que ahora que lo pienso no tiene mucho reto, me repite las líneas que le gustaron de The day no pigs would die y me trae calificaciones arriba de 85. Mi hijo, mi único hijo, dice que ahora que entre a la preparatoria hará casting para ser el Tigre que es la mascota del equipo de futbol. Mi hijo, mi único hijo, es la más fina arquitectura que jamás he hecho.
Y, dentro de nueve días, cumple años.
Los extranio mucho, y probablemente ni lo saben.
Los extranio mucho, sepanlo.