Iba a tener un nombre hermoso. Iba a ser la primera nieta. Iba a ser una nenita maravillosa. Pero el papá decidió que la mamá no podía ser atendida en un hospital, que tenía que seguir la tradición de nacer en casa. Y el papá no tuvo las precauciones de, en tal caso, tener en casa el material y el personal adecuado para recibir en este mundo a un recién nacido.
La pequeñita murió.
Yo no sé cómo fue el funeral o si le hicieron funeral. Yo no sé cómo le hizo la mamá para superar tal pérdida, en caso de que lo haya superado. Yo no sé cómo le hace alguien para superar la muerte de un hijo. Yo sólo sé que cuando pienso en ella pienso en la pequeña Ifigenia y en el triste sacrificio al que fue obligada.