FANTASMAS (o lo que aprendí de Brenda Coultas)

Hay fantasmas a fantasmas. Hay fantasmas que regresan porque sí, porque pueden, como para echar un ojo nomás, como para acordarse. Fantasmas de la nostalgia probablemente.

Hay fantasmas que nunca se fueron, que desde que se fueron, se quedaron. Ya saben, el clásico fantasma con asuntos no resueltos en el mundo de carne y hueso. Me pregunto si un médico les diría que lo suyo, la neta, es ansiedad. Me pregunto si un terapeuta les diría que lo más saludable es dar carpetazo y seguir adelante.

Hay fantasmas enojados, que vuelven cuando se acuerdan. Fantasmas que irrumpen en la vida de uno, le dan un pellizco en el alma. Lo jalan a uno de las orejas, mueven los objetos en las casas. Pierden nuestras llaves. Hay fantasmas que vuelven nomás por joder.

Yo, hasta el momento, no puedo decir que tenga una gran experiencia con fantasmas. Supongo que están por ahí, pululando, testigos inermes de mi vida. No me da miedo la muerte, ya lo he dicho, pero se me hace bien sarra morir y perderme lo que va a pasar en el mundo. Pero bueno cuando muera creo que seré un fantasma visitador y simpático, seré de esos fantasmas que acomodan el cuadro chueco, que tienden mejor la cama, que le acomodan el cabello tras la oreja a la niña o al niño.

Bu!

Una respuesta a “FANTASMAS (o lo que aprendí de Brenda Coultas)”

  1. ¡Ay, lo de las libretas, Bryce-Octavia!
    ¡Cómo me ha gustado!
    Fantasmas: los peores son los que no sabíamos que andaban por ahí.

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