ESCUCHADA

Siempre he dicho que sé escuchar (lo cual no significa necesariamente que recuerdo lo que escuché pues tengo memoria de teflón). Pero sí, digo que sé escuchar porque sin importar de quién o de qué se trata tengo la capacidad de poner atención. Ya lo he dicho alguna vez en este blog. Y eso, el saber escuchar, me ha llevado a escuchar las historias más raras e interesantes.

Escucho, pongo atención. Comento si es necesario pero hago lo principal: escuchar. La gente tiene necesidad de ser escuchada, siempre me lo he dicho y cuando finalmente encuentran a alguien (a mí por ejemplo), lo sueltan todo.

Escucho, escucho.

Pero tengo un historial de personas que no escuchan, que parece que sí pero no lo hacen, y no, no se trata de que se acuerden días o semanas o meses después qué es lo que dije, se trata de que ni siquiera en el momento en que estás frente a ellos te escuchan. Hablas y es como si no lo hicieras. Es un poco triste, a veces hasta frustrante. Pero te haces a la idea y eso de todos modos no te quita el deseo de hablar, aunque no te escuchen: platicas.

Pero bueno, hace un par de semanas estaba con tres amigos y comencé a platicar algo y de pronto los ojos de los tres estaban en mí. Todos en mí. Y me detuve en seco y dije ¿qué pasó? pensé que si me miraban así es que algo había dicho que los había descontrolado, o bien que traía salsa o crema o algo en mi cara o en mi ropa. Supongo que dije ¿por qué me miran? o tal vez no lo dije y ellos me leyeron el pensamiento, uno de ellos dij: “nada, te estamos escuchando” y mi sorpresa fue enorme. No sé si les dije que nunca había sentido eso. No, tal vez no se los dije.

Hoy, volvió a ocurrir, cenábamos y yo platicaba algo y de pronto la atención estaba puesta en mí. Lo que yo decía no era de otro mundo y ellos escuchaban, atentos.

Y ahora, en el silencio de casa a las noséqué de la madrugada, pienso que es extrañamente hermoso ser escuchada.

Estuve, no hace mucho tiempo, con alguien más dispuesto a hablar que a escuchar. Si me voy más atrás, estuve en el pasado con demasiada gente que no escuchaba, me acostumbré a ello, tal vez. Y hoy, soy escuchada.

Me doy cuenta, a las noséqué de la madrugada, que ser escuchada es casi tan hermoso como sentirse amada

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