Isadora

Isadora_Duncan by Abraham Walkowit
Isadora Duncan by Abraham Walkowit

Una de las primeras memorias que leí fue Isadora Duncan: Mi Vida. Esto ocurrió tiempo atrás, entre la secundaria y la preparatoria cuando yo era una groupie más de Antares Danza Contemporánea y, especialmente, de Adriana Castaños. Es extraño, en esa época ni pasaba por mi mente escribir, tal vez a veces sí pensaba un poco en bailar, no por nada iba a clases de danza. Pero escribir, no. Y he ahí que yo devoraba página tras página la vida de una bailarina que también escribía, escribía de sí, escribía de su familia, de sus comienzos, de esa la libertad que caracterizaba sus coreografías. No, nunca vi su Edipo Rey pero cuando, años más tarde, leí la obra, no hacía más que imaginar en cómo habría ello construido esa última escena cuando Edipo se saca los ojos. No, yo no tenía en mi mente el acto de sacarse los ojos, tenía en mi mente los gestos, el cuerpo, la mirada única de la tragedia. Supongo que ella tampoco, al crear esa escena, pensaría nunca en cómo la tragedia la iba a seguir de por vida, primero sus dos hijos, luego, ella misma. Pienso en Isadora ahora mismo porque pienso en mi madre y ella, claro ella, me regaló ese libro sin saber en que sería una de esas poquísimas extrañas lecturas juveniles que me perseguirían de por vida. Isadora dijo alguna vez, “Bailar es sentir, sentir es sufrir, sufrir es amar; ama, sufre y siente, ¡baila!” Entiendo ahora que no bailo ni bailaré nunca, entiendo ahora que escribo, bajo esta misma filosofía, “Escribir es sentir, sentir es…”

Por cierto, Amelia Gray acaba de publicar Isadora una biografía novelada de la bailarina. No tengo que decirles que muero por leerla, especialmente porque me he brincado todos los otros libros sobre Isadora porque, me decía yo entonces: ¿quién sino ella para hablar de ella? Pero en Gray confío.

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