Strip-Tease

Por ocio puro comencé a leer Magic Gardens: The Memoirs of Viva Las Vegas. La autora, hija de un predicador y ex-estudiante de antropología, un día decide dejarlo todo y largarse a Portland a ver qué. El a ver qué, se convirtió en haber qué y en un tocar fondo, un vivir con poco en un edificio que se cae en canto y transitar los bares más oscuros. Una cosa lleva a otra y la chica comienza a bailar, a quitarse la ropa y bailar. Hacer strip-tease se vuelve una forma de vida y una exploración de la vida ordinaria.

Viva Las Vegas, sí este es su nombre artístico, explica cómo se siente más respetada en el escenario mientras juega en subir-bajar un zíper o un guante, mucho más intocable ahí que cuando va a un bar con sus amigas, donde los hombres dicen de todo y hacen de todo y tocan de todo. En el escenario, sólo soy admirada, nadie me insulta, nadie me habla vulgarmente. El punto del strip-tease, dice, no es el strip, sino el tease. Ese jugar con la ropa, ese coquetear con la tela y el cuerpo, ese tentar de curiosidades.

Mi escritura a últimas ha tomado otra forma, no sabría explicarlo pero me leo y me doy cuenta de que, yo también, me enfoco en el tease, no en la desnudez sino en la cercanía de esta.

Así, mientras yo leo de strippers en realidad leo del poder social y cultural del acto performativo de decidir cuándo quitarse qué.

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