La Tos

Generalmente cuando el semestre ha acabado, cuando todo está calificado y entregado, me enfermo. El cuerpo lo suelta todo. Pero en esta ocasión, a los cuarentialgo el cuerpo hizo lo que le dio la gana y heme encuartelada entre tos, dolor de oídos y de garganta. La tos me hace pensar, casi casi desear, esas pastillas de broncolin que mi mamá me daba. Cómo las odiaba yo, pero las odiaba menos que el limón quemado con azúcar o las cucharadotas de miel con limón. La tos me hace pensar en mi madre, la tos me hace un bicho frágil.

Mis ojos lloran y yo también.

Un traguito de té verde, un capítulo de un programa menso, varios capítulos de una novela poderosa y un poema de Emily Dickinson, ese el de las plumas. Si eso no me alivia hoy, nada más lo hará. Porque ni mi madre ni el broncolín están, tampoco el limón quemado ni la miel con limón. Pero estuvieron, y el recuerdo, pum, quitó un ataque de tos.

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