No me persigue ninguna Alicia. Ni tengo que ir a ver a una reina gorda y más bien medio bitch. Pero sí me siento como ese conejo blanco que se la lleva en prisas todo-el-santo-día.
Y nunca me alcanza el tiempo para nada. Y siempre me acuesto con la sensación de que algo se me olvidó.
Me siento tan mal cuando olvido ponerme mi reloj de mano. El tiempo vuela, corre, brinca, se arrastra y por más que lo intento no puedo alcanzarlo. Es una-chin-ga.
El caso es que ayer, dispuesta a no dormirme hasta terminar lo terminable me acosté a la 1. Un atropello para quien tiene que despertarse a las 5 am.
Lo peor es que ni siquiera he podido ver a Plutarco en la tele.