yo que nunca horneo. yo que jamás intento hacer cosas que no son de cajita. yo que poco me asomo a los recetarios. yo, sylvia, lo que más deseo ahora es hacer esa receta de galletas de avena o de azúcar que acabo de toparme pero no tengo polvo de hornear, ni bicarbonato, tampoco tengo suficientes arándanos ni azúcar morena. me da un poco de terror usar mis huevos en esto y, por si fuera poco, hay poca leche y casi nada de mantequilla.
¿es que acaso la pandemia está aquí para inyectarnos el deseo de hacer cosas que normalmente no hacemos y, además, demostrarnos que no podemos ni soñar con hacerlas porque eso implicaría ir al super justo cuando hemos prometido quedarnos en casa?
o tal vez no es la pandemia, sino yo. es más, lo admito, soy yo. no me hace daño el encierro de casa, sino las libertades que se permite mi mente. ayer, por ejemplo, mi mente se tomó la libertado de soñar con un verano en la playa. (palabras problemáticas: soñar, verano, playa).
díganmelo: pues pide mandado a domicilio, sylvi, así yo les puedo contestar que en realidad tengo todo lo demás y no necesito nada para sobrevivir una semana más, y que mi lujo del antojo de galletas significa que alguien que debería estar en su casa trabaje para satisfacerme a mí.
y nel.
lo cierto es que quiero polvo, pero para hornear mis malditos antojos. sí, que sean polvo, mas polvo enamorado.