Juan me regaló The impostor’s daughter por el día de las madres. Es una memoria- novela gráfica.(pausa para decir que siempre me ha intrigado qué lo lleva a uno a decidir que una novela debe ser gráfica, aparte claro del hecho de que el autor sea también un ilustrador)
Su autora, Laurie Sandell, narra aquí lo que fue vivir con su padre, un hombre que tenía mil anécdotas, tres grados académicos y rarezas varias. Laurie llega a la edad adulta tras descubrir que las anécdotas eran mentiras, que los grados eran falsos y que las rarezas se volvieron robos varios. Una mentira tras otra.
La novela arranca bien, se cae un poco, veremos si se salva en las últimas páginas.
El caso es que esta obra de Sandell me hizo pensar en otra novela que leí a principios de año, El Adversario de Emmanuel Carrére. He aquí otro caso de cómo un hombre construye su vida bajo ladrillos de mentira que, con tal de mantener firmes, destruye trágicamente. Un hombre, por miedo, por enfermedad o por vaya usted saber qué, falta a su examen de medicina. No lo presenta en el siguiente semestre. No lo hace nunca. Y a nadie le dice nada. Corren los años y es un hombre de familia con dos hijos y un empleo como médico especialista de la Organización Mundial de la Salud. Sí, dije Médico. Miente, estafa, miente una y otra vez al punto de creer sus propias mentiras.
La gran mentira de Jean-Claude Romand no logra quemarse en el incendio donde, por cierto, mueren su esposa y sus hijos.
Me pregunto con frecuencia si la verdad existe.