no se dejaron doblar por el reto. Oímos la Chilanga Banda, atención a las tres primeras estrofas, hicimos un breve escaneo de vocabulario, reímos, discutimos y luego comenzaron su traducción. Había que partir del hecho de que el juego con el sonido CH se iba a perder pero que podía ganarse ese espíritu a través de un arsenal de slang, había otra opción, traducir hacia un inglés shakespeariano la estrofa asignada de la canción.
¿El resultado? Una de mis mejores clases de traducción literaria. Feliz muy.