en el día de san valentín

Mi mejor amiga vino por mí, compramos algo de tomar y, en su carro, volamos a un festejo de San Valentín como ninguno. Nos estacionamos en el Centro de Gobierno y caminamos suave y lentamente a nuestro destino: El Registro Civil. Tomamos un numerito, el 14A, nos salió. Nos sentamos y en menos de cinco minutos llegó nuestro turno. ¿En qué le puedo ayudar? me dijo la señorita. Vengo por mi acta de divorcio, le dije. Firme, tranquila. Me preguntó fechas, nombres, tecleó un par de cosas. Mi acta no estaba ahí. La de mi amiga, tampoco. ¿Seguimos casadas? preguntamos. No, no seguíamos casadas, era sólo que el trámite no se hizo completo.

No les hago el cuento largo, un par de llamadas, un par de explicaciones resolvieron el asunto. Hoy tengo en mis manos un papel que se emitió en el año 2000, un papel que hace constar que hace trece años dejé un proyecto que creía mío.

Mi San Valentín fue, también, un acto de amor.

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