Cuando la veo, sé que faltan unos metros para llegar a casa. La veo y la leo: Octavia. Fina, derechita. Octavia. El nombre de una calle se ha vuelto mi personaje. Ese letrero que veo a diario es, en mi mente, una mujer que camina erguida, delgada, puedo ver los huesos transparentes en sus manos, en sus hombros. Octavia levanta la ceja cuando le hablan, sonríe sin mostrar sus dientes. Se mira las uñas cuando está nerviosa, lo cual ocurre con mucha frecuencia. Octavia vive de miedo, los suyos y los de otros. A Octavia no le heredaron más que miedos. Por eso pasa la mayor parte del tiempo en su casa o en su jardín. Cuidar sus plantas es cuidarse a ella misma. Octavia está ahí, la veo, es un letrero, es una calle y es también una persona, yo la veo, yo la oigo, yo repito su nombre porque me gusta ese sonido que hacen la ce a lado de la te. Octavia.