¿Se le llama deseo?
A esa ansiedad loca, a ese nerviosismo, a ese temblor, a ese tartamudeo de besos, ¿ya dije a esa ansiedad loca? A eso, creo, se le llama deseo. Y si no se le llama así, deberíamos bautizarlo así.
Sí, tomarlo en nuestros brazos, acariciar su frente, desarroparlo del temor y de la duda. Dejar caer, suave y lentamente, palabras no precisas pero constantes, palabras no coherentes pero cohesionadas. Dejarlo ser deseo, porque ¿para qué negarlo? ¿Para qué aparentar ser uno siendo dos? Te digo a esa cosa loca que se te trepa a dictar palabras por la espalda y a eso que acaricia tu vientre para después colgar palabras en tu ombligo, a eso se le llama deseo.
O tal vez no.
O tal vez no se llama así.
Pero tú.
Pero yo.
Sabemos que se siente así, muy así.
Siempre así.