Estamos como en una novela de ciencia ficción. Nos separan nueve horas, por lo tanto tú me escribes desde un sábado y yo te leo en un viernes. Yo te escribo de noche y para ti acaba de amanecer. Pero estoy segura de que ni Asimov ni Dick ni ninguno de los meros-meros del sci-fi hubiera podido escribir una historia tan bonita.
(fin de la cursilería de viernes por la noche).