Hoy amanecí fatal, más fatal que todas las fatales. Pasé la mañana en camita, tecito, agua, echa bolita en mi habitación blanca de cobijas coloridas. Oía a mi vecinita jugar con su perro y pensé en un cuento. Hubiera querido pararme a escribir pero no, ni ánimo para levantarme.
Y pensé en que aún cuando uno se siente fatal la mente trabaja, escucha, inventa. Así que ni tan fatal.
Ahora ya me levanté, estoy echa bolita en el sillón de mi sala, veo una peli, tomo notas en mi libreta y, aunque me sigo sintiendo fatal pues ni tan fatal la estoy pasando, ¿no? Ni quejarme debería, como decían mis alumnas del tec: “fatal mi vida, eh?” por quejarme como si fuera un deporte.
anyway, me vuelvo a mi peli y mi tarde “fatal” de té, galletas y comodidad.