Es curioso, uno de los posts más visitados en este blog es uno que escribí el año pasado titulado “10 Razones para leer a J. M. Coetzee”. Al parecer la gente, futuros lectores o actuales lectores del escritor sudafricano teclean en google: Coetzee y pum, aparezco yo en el listado de links. No sé qué tan bueno sea lo que escribí pero lo escribí con harto empeño, eso sí. Ese texto surgió de una charla que di, precisamente, sobre él. Es uno de mis cinco autores extranjeros favoritos actualmente (un día haré listas de los otros cuatro, aunque sin duda ya he hablado de ellos aquí) (notaron la especificidad de mi lista? autoresextranjerosfavoritosactualmente). Coetzee le trajo a mi percepción del mundo y a mi escritura una serie de lecciones invaluables.
He leído, no en este orden, Vida y Época de Michael K., Elizabeth Costello, En medio de ninguna parte, Diario de un Mal Año, Hombre Lento y mi favorita Desgracia, entre un par más. Inicié este año jurándome que me leería un Coetzee por mes durante el 2011, mi lectura nocturna fuera de clase, me dije. Decidí iniciar con las Memorias, me consentí y me compré en línea el primero: Infancia. Heme ahí muy contenta no sólo porque lo encontré barato sino porque la edición en español que compré ha salido de la biblioteca pública de nueva york (sepa la bola por qué), quien me lo vendió me preparó un sobre hermoso con timbres de Edgar Allan Poe bellísimos.
He estado leyendo entusiasmadísima toda la semana pero hoy, que me dispuse a abrir una de las cajas de libros de mis tantas mudanzas, pum que me salta a los brazos una edición de Infancia. ¿Cuándo lo compré? ¿Por qué lo olvidé? misterio, doblemente misterio. Es raro porque siempre en cuanto compro un libro le escribo mi nombre y la fecha en que lo adquirí y justo éste está en blanco.
Pensé, bueno, lo regalaré. Ya hasta tenía la persona perfecta para que se quedara con ese ejemplar. Pero le di vueltas al asunto toda la tarde, vueltas y vueltas y me he dicho, me he convencido de que en este momento, este libro, nadie puede valorarlo tanto como yo por razones que algún día platicaré. En este momento este libro, este otro libro, también me pertenece, me lo tomo como un mensaje divino (que es un eufemismo de: una pendejada mía) que acepto y disfruto. Estos dos libros se quedan conmigo.
Así que para mí, Coetzee, doblemente Coetzee. Me lo merezco.