Hoy al de seis le tocó pasar la tarde con su papá. La de treintayuno aprovechó y se fue a comer con dos amigos a quienes llamaremos: los literatos. Comimos a más no poder, hablamos como nunca y reímos como siempre.
Aderezamos nuestra comida con un poco de william blake y de david huerta, con anécdotas de carnavales en guaymas y de besos con carlos fuentes, temas para tesis y becas en europa, teorías de géneros (literarios y humanos) y funerales inn con lentes chanel.
Mi calabaza desapareció a las cinco de la tarde, hora en que fui por mi Príncipe encantado para volver a casa a ser la Cenicienta de siempre (ah pero cenicienta que lee a Boris Vian!).