Me mira, me sonríe coqueto. Yo sé lo que intenta, he visto esa mirada antes pero no sonrío de vuelta aunque tampoco le quito los ojos de encima. Él se ofrece ante mí, como en un brazo abierto. Yo, entonces sí, sonrío.
Me toma, me abraza, me habla casi casi al oído y me dice: ya sé que no soy Haruki, tampoco soy Yasunari, ya sé que es difícil llenar ese espacio que has reservado para ellos pero acéptame, mírame, soy Kazuo y tengo mucho qué decirte.
Y accedo.
Así que heme hoy un domingo por la tarde poniéndole toda la atención del mundo a Kazuo Ishiguro, dándole el lugar que sólo había reservado para Haruki Murakami y para Yasunari Kawabata.
¿Y qué leo? leo: Never let me go.