Es cierto.
A veces dan ganas de borrar los recuerdos.
A mí una vez me dieron ganas de borrar tus recuerdos. Es decir, mis recuerdos de ti. Borrarte a ti, pues. Me plantee la posibilidad de conseguir un borrador gigante para bsshh bsshh borrarte.
Terribles conclusiones:
1) Nadie vende borradores gigantes.
2) A nadie se puede borrar
Ayer que veíamos Eternal sunshine of the spotless mind, recordé ese episodio de mi vida. Cuando te quería borrar. Yo no pude y, asumo, tú tampoco. Digamos que guardamos en algún rincón “esos” recuerdos y seguimos con nuestras vidas. Lo que se guarda, de tanto guardar se olvida porque deja de ser importante. O algo así.
El caso es que ahora las cosas son otras y en mi mente hay otros recuerdos. Los que hemos ido construyendo, como un puente (nótese que desde el sábado estamos escuchando a Cerati) que nos permite cruzar a otra dimensión (desconocida, pero no twilight), los recuerdos que estaban ya y en realidad no lastiman. Los que no son tan buenos pero que nos ayudan a movernos con experiencia.
Ahora no sé qué ocurra, el futuro es un misterio siempre. Pero aunque tú desaparecieras de mi vida, de nuevo, no podría borrarte. You are a (nice) spot of my mind.
The eternal sunshine of my spotted mind.