Ayer me sentí medio rara la mayor parte de la tarde. Luego, cuando el hijo se fue con su abuela, me largué a caminar un rato. Pensé, ¿qué siento, qué siento? Me fui a mi clase de yoga, conversé con la chica que parece contorsionista y que es bien simpática por cierto. En la relajación me dije, ay a ver si no me sale el sentimiento por aquí en forma de llanto absurdo y zen.
Nada.
Me subí al chevy, puse a Muse y todo el camino a casa intenté hacer pucheros. Push, push sylvia a ver si te salen ya un par de lágrimas para quitarte de tonterías: llorar para sacarlo todo de una buena vez.
Nada. Lo intenté un par de veces más y nada. Supongo que me veía tan ridícula como esos que cantan y hacen caras mientras manejan.
Y de pronto se hizo la luz, cómo voy a llorar si no tengo nada, nada de nada. Lo mío es puro aburrimiento, lo mío es la novedad de que no tengo nada en contra, de momento todo está en su lugar, el piso limpio, el corazón tranquilo, la cartera más o menos acomodada, el hijo feliz, la perrita ya cenó. Así que me dejé de estupideces. Cambié de disco y me puse a cantar una rolita bien paique de los Shines. En casa me cené el pollo que sobró del mediodía, luego tocaron a la puerta y salí a platicar en la banqueta.
Tutto stamo bene
( o como se diga eso de: todos estamos bien)