Me gusta y a veces pienso que es una adicción, pero no lo es.
Me gusta porque todas esas madres que dicen de que con la red se acortan las distancias me funcionan.
Me gusta.
Me gusta abrir esa ventana y ver una lista de personas que quiero.
Me gusta más cuando están de color verde y no rojo.
Me gusta que a veces tienen etiquetas que dicen Away, Busy, Be right back… y que no me importa pues igual me pongo a escribirles. No contestan pero ahí están y lo harán en algún momento.
Me gusta que puedo cambiar mi nombre.
Me gusta que pueden cambiar su nombre.
Cambiamos nuestros nombres casi a diario, nombres que nos hacen reír, que nos hacen saber, que muestran eso que tenemos ahí, instalado en nuestro sentido del humor o en nuestro ánimo.
Me gusta que en este servicio de mensajería podemos hablar de todo y de nada.
Me gusta sentir que siempre hay alguien cerca, para contarle un chiste, un chisme, para resolver ecuaciones tridimensionales y espirituales, para hacer sugerencias, para pasar recetas, enviar cuentos o fotografías.
Me gusta.
Pero qué chingadamente feo es cuando nadie, nadie está conectado.
Como ahorita.