Ayer se corrió el rumor entre los alumnos. La maestra de literatura moderna anda filosa. Sí. Para cuando llegué a mi tercer grupo uno de los chicos me recibe con la pregunta ¿es cierto que anda filosa? Filosa ¿yo?
Y, cosa rara, ese grupo se portó bien. Hubo un momento incluso en el que mientras escribían el silencio reinaba. Duró poco el asunto, a la primera distracción de la maestra pronto todo era risitas y bullicio. Les dije silencio o cancelo el tema. A la… ¡sí anda filosa! dijo el mismo alumno.
Filosa. Nunca nadie había usado ese término conmigo (al menos no frente a mí). Y por el resto del día me sentí bien, ser “la maestra filosa de literatura moderna”, caminaba y sentía que me miraban con un respeto distinto al de los otros días. Me sentía Sigourney (de Alien) o Sharon (de Gatúbela), así caminando derechita y todos agachados alrededor.
Pero yo no soy filosa. Para cuando dejé el Campus todo volvió a la normalidad, otros autos me pitaban, mi papá me preguntaba cómo arreglar la impresora, mi mamá me decía que tenía que pagar la cuota del kinder y mi hijo… no importa. El caso es que ya no era Filosa, sino una simple mortal.