Estoy en un seminario que se llama Excritura. Leemos filosofía, leemos no ficción, leemos ficción, poesía, crítica. Nos reunimos en una pantalla de zoom, escribimos glosas partiendo de lo leído, charlamos de lo leído. Se me olvida lo mucho que me gusta ser alumna aunque, en este seminario en particular, me siento a ratos la burra del grupo.
Sí, la burra del grupo.
Podría echarle más ganas, podría tratar de demostrar más, pero esa es la cosa, no quiero. Quiero aprender y no demostrar. Quiero leer, subrayar, anotar y no necesariamente apantallar a los demás con lo que estoy aprendiendo. Eso ya lo hice por muchos años y la verdad es muy cansado y, total, tampoco creo que haya logrado demostrar nada.
Estoy, sobretodo, reaprendiendo a escribir. Y esta semana, por una casualidad que tengo ganas de que no lo sea, nuestra lectura fue “La literatura y la vida” de Gilles Deleuze quien vino a recordarme que:
“Escribir indudablemente no es imponer una forma (de expresión) a una materia vivida. La literatura se decanta más bien hacia lo informe,
o lo inacabado, como dijo e hizo Gombrowicz. Escribir es un asunto de
devenir, siempre inacabado, siempre en curso, y que desborda cualquier materia vivible o vivida. Es un proceso, es decir un paso de Vida que atraviesa lo vivible y lo vivido. La escritura es inseparable del devenir; escribiendo, se deviene–mujer, se deviene–animal o vegetal, se deviene–molécula hasta devenir–imperceptible.” GD
En fin que en esta nueva etapa de alumna me acompaño con Deleuze.