Me había prometido escribir más aquí. Pero me lastimó la rodilla el turismo, el puesto nuevo y la mudanza y por eso no pude hacer nada.
Hasta ahora.
En una hora cumplo cincuenta años. En una hora alcanzo el medio siglo. En una hora, no, menos, en cuarenta y dos minutos voy a cerrar los ojos y pensar en mi madre, también en mi padre. Le echaré una mirada a mis hermanos. Luego me concentraré en mi hijo. Me quedaré un rato así pensando en mi vida, en lo que he hecho y dicho, en lo que he escrito y no. En lo que estoy siendo.
¿Y qué estoy siendo?
La de cincuenta. Una mujer que da clases y escribe. Una mujer que tiene a las amigas desparramadas entre México y el sur de Estados Unidos. Una mujer que creía haberlo perdido todo entre 2019 y 2020 pero en realidad se recuperó a sí misma y recuperó la escritura.
La de cincuenta es, también, una mujer con temores y manías, una mujer con enormes ganas de seguir siendo ella. O una mejor versión de ella.
Y ahora, con permiso, voy por kleenex.
(foto de Moeh Atitar para El País)