camino un día sí y un día no por el barrio. ayer fue día sí. y caminando llegué a la conclusión de que el cielo ha estado raro. o sea, hermoso como siempre porque eso es algo que distingue a mi texanía, pero raro. eclipses. nubes raras. colores nuevos. o al menos así me lo pareció.
por la noche tuve mi primer social-distance gathering con tres de mis amigas escritoras. fue lindo verlas, pero fue extrañísimo hablar solo de cosas serias, de realidades profundas, de temores varios. está bien, también de eso hay que hablar, pero estoy tan acostumbrada a que no ellas todo siempre es risas. en algún momento se habló de la muerte y de cómo dos de ellas han comenzado a tocar el tema con sus hijes porque: covid. “¿cómo le hiciste tú?” le pregunta una a la otra, “digo, porque ustedes tampoco son religiosos, o sí?”
“no somos”. mi amiga contestó por todas.
se habló del cielo de arcoiris para los animales que mueren. se habló de un lugar donde animales y seres queridos la pasan de lo lindo.
el cielo.
yo ya no sé si soy más atea que nunca o una atea que puede descreer de todo menos del cielo (cuando digo cielo no quiero decir paraíso). me gusta pensar que las personas que amé, están ahí. flotan. son sustancia o algo. no sé si creo que me ven y me cuidan y tal (aunque se lo diga a mi hermana y a la madre de carlos todo el tiempo). es más, mejor lo digo: no creo eso.
pero me gusta pensar que están en el cielo.
y el cielo, ya dije, ha estado raro.