Un día a la semana doy un taller de escritura en el CAFV (center against family violence) aquí en El Paso. Mis alumnas trabajan conmigo para escribir su historia de vida. Mis alumnas son todas víctimas de violencia intrafamiliar. Mis alumnas son todas unas sobrevivientes. Mis alumnas son todas un ejemplo de valentía. He escuchado las más crueles y violentas historias de cada una de ellas. Las he oído narrar cosas escalofriantes, las he visto llorar y las he visto hacer lo posible por no llorar.
Cuando voy al voluntariado vuelvo a casa con el alma hecha girones, pero qué importa, qué importa si ayudé un poquito.
La semana pasada, sin embargo, pasó algo curioso. En el centro les hicieron una comida especial por el día de gracias, le dieron comida, pastel y trajeron a alguien para que les cantara. La chica, con una voz increíble, cantó “Sin Él” de Marisela. A cualquiera le puede venir igual pero para mí fue inquietante. Yo quería, quería que esa chica dejara de cantar, quería que cambiara de canción porque eso de que
“Sin él,
se ha acabado el camino
y ahora no sé a donde ir,
y atrás siento que la tristeza
se acerca y me empieza a seguir.
Hoy sé,
que mi vida no era tan mía
también era de él,
y mi orgullo se empieza a caer,
y de nuevo se empieza a encender,
esa llama que quise apagar
y que nunca podré…”
me pareció de pronto una bofetada, especialmente por lo que cada una de las señoras del centro ha vivido, especialmente por la forma en que cada una se hizo su camino, especialmente por el modo en que han sacado -de su tristeza, de su dolor- un enorme deseo de vivir, de salir adelante, de darse y darles a sus hijos una mejor vida.
Sin Él, mis señoras están mejor, mucho mejor.
Uf. Ps si.
Gracias Silvia.