LA LAVATRASTES, LA ARROCERA Y EL CUARTO DE LAVADO

Cuando recién nos mudamos me tomó unos días animarme a usar la lavatrastes. Cuando lo hice, lo hice mal, esto parecía caricatura de la pantera rosa por tanta pinche burbuja.

Cuando comenzamos a vivir juntos nuestro gran dilema doméstico era que el arroz no nos salía bien. Si yo les contara de la vez que casicasi nos separamos porque a uno de los dos se le pegó el arroz (no diré a quién).

Cuando me vine a vivir a esta ciudad el mejor y peor día era el día de ir a la lavandería. Dos horas de la vida de uno se iban como detergente en ciclo de ropa blanca.

Hoy estrenamos la arrocera y creo que con eso volví en mí. Hoy me siento de regreso a la vida cotidiana, a la vida en la que hay que pensar en qué hacer de comer, en hacer mandado, comprar el jabón especial para la lavatrastes y separar la ropa blanca de la de color antes de bajar a lavar.

Hoy volví en mí gracias a la lavatrastes, la arrocera y el cuarto de lavado.

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