Siento que de miércoles a lunes no hablo con ningún adulto.
Mi hermana y yo hablamos por teléfono a diario pero siento que eso es todo. Ya no tomo clases, ya no veo a mis compañeros, ya no tengo mi charla de los jueves con Nicky, Blake está de viaje y no hemos ido al gimnasio y mi Barbudo sigue en su Camino de Santiago.
Me siento como Liz Lemon en fin de semana constante.
Hoy, por ejemplo, comencé a preguntarme a mí misma dónde había dejado el Pinol. ¿Es eso un signo inequívoco de la soledad?
No lo sé.
Seguiré informando.