Mi papá tiene más de treinta años yendo a la misma relojería: una batería, un extensible, cualquier descompostura. Cliente de tres generaciones de relojeros: Abuelo, padre, nieto. El Padre tiene la edad de mi Padre, su riñón está hecho pedazos, está en lista de espera para un transplante, ha ido perdiendo la vista. ¿Se imaginan lo difícil que es perder la vista cuando ésta es tu máxima herramienta? Mi papá dice que cada vez que va a su relojería piensa que ya no va a encontrar a su relojero, piensa que le van a decir que ya murió. Su hijo de 25 años comenzó a trabajar relojes también “más carero, eso sí” dice mi papá riéndose. Y fue a él, al chico de 25 años a quien mi papá ya no volvió a ver.
Un joven, un joven relojero de 25 años murió de un infarto, “su corazón, simplemente se detuvo mientras dormía.” Un reloj, un reloj joven para siempre detenido.