Estábamos en la misma secundaria pero yo estaba en el grupo A y Marcela y Germán en el D. Él era un año mayor, el debía estar en segundo mientras Marcela en primero pero él no podía estar en segundo si Marcela no estaba con él. Me explico. Germán era ciego y Marcela era su hermana y su lazarilla. Ella lo llevaba a la escuela, ella se sentaba a su lado, ella era su acercamiento al mundo. Germán tenía un don de gentes, siempre estaba rodeado de chicos que aligeraban la carga de Marcela, eran ellos los que lo llevaban al baño, eran ellos los que estaban con él en el receso. Marcela era dulce pero callada, muy callada.
Nunca nadie los vio pelear.
Germán y Marcela venían de una familia como de ocho hermanos, o tal vez eran seis o tal vez eran cuatro, no lo sé pero si recuerdo que una vez alguien dijo: ¿por qué de todos los hermanos fue a Marcela a la que le tocó cuidar siempre de Germán? Es probable que haya sido por la edad. Pero ciertamente no lo sé. Como tampoco sé que fue de ellos en la preparatoria, o qué fue de ellos en la universidad. No sé qué es de ellos ahora. Me pregunto si aún están juntos, si aún Marcela tiene que llevar a Germán del brazo o si ambos, finalmente, aprendieron a caminar por su cuenta.
Mis hermanos y yo siempre hemos caminado por nuestra cuenta. O tal vez no, tal vez la memoria me engaña y, en realidad, hubo muchas veces en que necesitamos el brazo del otro y el brazo del otro estuvo ahí. Ahí. La nuestra, sin duda, ha sido una especie de ceguera.