La historia de mi hermana ya no es ajena a ustedes. He compartido en este lugar su ausencia y su silencio. Su regreso y su presencia. La de mi hermana ha sido una batalla larga contra un lobo feroz que digamos que se comió a sus cinco hijitos y que, bendito sea, han buscado la manera de salir de su bestial boca.
Primero mi sobrino Ib. Un año después Is. Luego conseguimos visitas con las niñas y estancias cortas de tres días. Hace una semana dos de las niñas, F la mayor y la pequeña Z, muy dueñas de sí, le dijeron al lobo feroz: nosotras también nos vamos. Hubo lágrimas y jaloneos, claro, no se espera menos de un lobo. Pero se logró.
Ahora sólo nos queda una niña allá. La mediana M sigue viviendo con el padre. Supongo que no estaba lista de dejar ese lugar que duele, supongo que quiere creer que las cosas tienen remedio, supongo que necesita un tiempo para despedirse de una larga vida de sinsabores. No exagero.
Pero pronto, estoy segura, mi M se irá a vivir los sabores de la vida con su madre, con mi hermana, con esa mujer que tanto admiro.