En la gente viva uno cree, se empeña en tener esperanza, aunque sepa que se engaña. Cree uno que habrá tiempo para entenderse, que tiempo es lo que sobra, y lo va dejando un día para otro, el hablar. Por eso te escribo a ti aunque no me oyes. Porque pienso que si me sirve de pretexto (imaginando todo lo que irremediablemente nos quedó por hablar) y dado que sólo esa desesperación me mueve a comprender lo efímero de mis posibilidades para con los demás, ya es algo si, aunque tú no me oigas, a través de ti, por causa de ti me oyen los demás y les puedo decir alguna de las cosas que ma ha desvelado la tragedia de tu desaparición.
Carmen Martín Gaite en Cuadernos de todo