central texas

Carlos y yo emprendimos un viaje. Su hijo estaba con su mamá. Mi hijo estaba con su papá. Dijimos ¿por qué no? Hicimos maletas, trepamos las bicis a su carro y nos lanzamos a la carretera. Dejamos El Paso a las 12:20 de la noche rumbo a San Antonio. Recorrimos en auto, a pie y en bici una ciudad que por alguna razón me llama. Lo descubrí estando ahí: me llama su verdor, me llaman sus árboles, me llama ese río que atraviesa la ciudad y que lo vuelve el motivo para caminar y caminar y caminar y redescubrir los pasos que hay entre el pasado y el presente. Nos quedó pendiente ir a Houston pero hicimos un viaje raudo y veloz a Austin donde miré fijamente muros y avenidas para tratar de dilucidar el futuro. Por nuestro viaje de regreso a El Paso observamos casas y calles y árboles y lagos y ríos en pueblos de nombre curioso. Junction, Bee Cave, Marbles, Johnson, Fredericksburg, nombres que en nada lo hacen pensar que uno recorre el centro de la gran Texana Tierra.

Golpear la carretera, sobrevivir la noche, el día, el frío, la lluvia.

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