mi estómago dice no pero mi corazón dice sí

Tengo casi dos semanas enferma pero como soy bien macha no había tenido la consabida catarsis. Corrección: pero como soy bien mula no había tenido la consabida crisis. Mi estómago es una roca dura-dura. Mi estómago, bien valiente, está haciendo piedra todo ese estrés que nos rodea y que me niego a reconocer. Mi estómago dice: yo-las-puedo. El caso es que aunque ayer mi corazón lo premió con unos Tacos Antonia de Lucy’s tengo dos semanas comiendo ciruelas pasas, avena, crema de trigo, un desfile de tecitos, leche de soya, manzana, ciruelas pasas, avena, crema de trigo, desfile de tecitos and so on.

Me he descubierto caminando o bicicleteando con el ceño fruncido, señal inequívoca de un mal humor innecesario pero, la neta, el resto del tiempo he estado sonriente, mantengo la buena cara al estresante tiempo. Esta batalla me niego a perderla, sin embargo el que me preocupa es mi estómago.

Debería hablarle decirle: Panza, tranquila, relájate, suéltate un poco (no, Panza, literalmente no porque acuérdate cómo nos fue hace cuatro días). Debería decirle: Panza, yo puedo, de veras que puedo, siempre puedo, ¿cuándo no he podido?

Pero conozco a mi estómago, no me dejará en paz hasta que sea 6 de diciembre y este semestre por fin haya terminado. Mientras tanto, rólense las pasitas.

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