Tenía el cardigan hecho chorizo, después de todo pasó primavera, verano y mitad de otoño en una maleta. Lo saqué, lo sacudí, le dije “te voy a planchar”. Busqué la plancha -invertí más o menos 7 minutos en recordar dónde estaba-, la conecté y me dispuse a plancharlo. A la hora de la hora cambié de opinión y agarré el liquidito ese que una amiga mía descubrió -y que desde entonces uso para prácticamentetodo- y así entre el fft ftt del liquidito y mis manitas dejamos el suéter casi perfecto.
Hoy, pues, estuve a punto de planchar, como en los viejos tiempos, como cuando tenía que ir bien chula al trabajo luciendo absolutamente profesional. Hoy estuve a punto de eso y, a fin de cuentas, me recordé a mí misma que esos tiempos se acabaron.