LAS FUJI

Es curioso el poder que le damos a las cosas o, en este caso, a las manzanas. El viernes compré cuatro manzanas Fuji. Estaban ahí mirándome, recordándome esa primera vez que compartimos una. Estábamos en algún punto entre Albuquerque y el infinito y hablábamos como si nunca antes. Aunque claro, nunca antes habíamos hablado. Estábamos en ese punto en que lo queríamos decir todo, compartirlo todo, conocerlo todo. La conversación, aderezada con manzanas Fuji, nos llevó a un punto, a este punto.

Hoy, almuerzo un sandwich con una manzana Fuji y sólo tú puedes saber todo lo que ocurre en cada mordida. Hemos cambiado, en definitiva, la historia esa de Adán y Eva.

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