Hoy cuando salí a caminar pensé en ti de la manera más extraña. Pensaba en un cuento que armo y es curioso no me llevo tarea en la mente cuando camino, es mi único momento de nada. Pero bueno en esta ocasión sí, me puse a darle vueltas a la relación que tengo que armar entre dos personajes: un sobrino y un tío. Recordé lo que leí esta mañana sobre Jonathan Franzen y cómo al dibujar un matrimonio en los 40’s está el propio matrimonio del autor. Me dije, al crear a este tío, yo… y me di cuenta, te estoy haciendo a ti. Me detuve en seco. Quise sentarme en la banqueta y llorar. Pero es más bonito llorar cuando caminas y el viento te da en la cara. Nada de drama, sólo un par de lágrimas para recordarlo otra vez todo. Mi recuerdo se acaba cuando mi madre me platica que cuando les entregaron tus cenizas estaban ella, mi hermano y mis primos tomando turnos para cargarte, solitos en esos silencios infinitos.
Ya vamos a cumplir años. Yo de vida, tú de muerto. Justo esta semana, el mismo día. Es tan rara la vida, ¿no? Es tan rara la muerte, ¿sí?
La escritura no remedia tu ausencia pero estoy segura que darle un poquito de tí a ese tío le brindará a ese sobrino toda la calidez y el brillo del que sólo tú eres capaz (puse eres y debí poner eras, ¿te das cuenta cómo sigues aquí incluso en el lenguaje?). Pero sí, quiero una parte de ti en mi personaje, ¿qué importa si es un sobrino de ficción?, él también merece a alguien como tú.
Sirva todo esto para decir lo único que importa hoy: nos sigues haciendo falta, tío Favio.