Té de Roibos, Murakami, futón, pies desclazos, pelo despeinado, abanico de techo, silencio matutino (excepto uno que otro pajarillo y mi perrita que ladra como Ford de los 50’s). Así es como se comienza un sábado.
(En realidad debió comenzar con una caminata pero hoy la haremos por la tarde).
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