LO RARO ES VIVIR

Llegué a casa anoche después de un viaje de más de diez horas en carretera. Viajé con mi hijo y con su papá, los dos me acompañaron hasta Nogales pues teníamos que hacer un trámite en migración. Todo salió perfecto. No sólo eso, la carretera nos dio oportunidad de platicar y ponernos al tanto de los caminos que ha tomado cada uno. El papá de mi hijo tiene una familia bella bella, engalanada por una nenita que es quien lleva la batuta del buen humor en casa.

Luego, el hijo despertó (ah, no he dicho que durmió como horaymedia seguida) y mientras hacíamos la largalargalarga fila para cruzar estuvimos platicando, riendo y más que nada agarrando a carrilla al preadolescente.

Nos despedimos con abrazos, con buenos deseos. Nos despedimos sabiendo que pronto haremos de nuevo el intercambio: el hijo se queda conmigo de junio en adelante aquí en Texas.

Llegué a El Paso casi a las 9 de la noche. Llegué cansada, muy cansada, pero sonriente. Tuve mucho qué pensar en el viaje, viví mucho en la visita, arreglé cosas. Me vine acá con la certeza de que pronto mi hijo vivirá conmigo y comenzaremos un wild on texas como ninguno.

Al abrir mi puerta me topé con un paquete que viajó muchos, muchísimos kilómetros. Un paquete que busca alimentar mis cinco sentidos, en él había algo para mis ojos, mis orejas, mi nariz, mi tacto, mi gusto. Entre todos ellos: un libro. El libro. Ahí, esperándome a que me siente a devorarla está Carmen Martín Gaite, una autora nueva para mí y amada ya por muchos. Su novela se llama Lo raro es vivir .

¿Qué les digo? ese título es un preludio a lo que siento en los últimos meses. Lo raro es vivir, vivir tanto, lo raro es vivir y en ello resolver muchos dilemas. Lo raro es vivir y ser feliz (aunque haya quien piense lo contrario, yo soy feliz). Lo raro es vivir y saber, sí saber a ciencia cierta, que voy a ser más, más feliz.

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